viernes, 4 de diciembre de 2015



TIPOS DE INTERRELACIONES ENTRE ESPECIES

Antes de estudiar los principales modelos coevolutivos que se pueden distinguir, conviene describir brevemente los diferentes tipos de interrelaciones que se pueden dar entre especies. Las especies pueden interaccionar entre sí de muy diferentes maneras, estas interacciones afectan a su abundancia y distribución, y tienen importantes consecuencias evolutivas. Siguiendo a Maynard Smith (1998), aunque no existen límites precisos entre ellas, se pueden distinguir tres tipos principales de interacción: competición, explotación y mutualismo y, en todos ellos, se puede producir coevolución.

Competición


Es una interacción entre dos o más organismos que afecta negativamente a la tasa de crecimiento o la tasa de reproducción. Cuando se produce entre organismos de la misma especie se habla de “competición intraespecífica”, y cuando se trata de especies diferentes se denomina “competición interespecífica”. Si dos especies compiten por los mismos recursos, la teoría predice que no pueden coexistir indefinidamente (“Principio de exclusión competitiva”); si están compitiendo por exactamente los mismos recursos, una de ellas se extinguirá, pero si la competencia es por una serie más o menos variada de recursos se puede producir un reparto y ambas podrían sobrevivir.
Hay dos tipos de competición intraespecífica en los cuales se ha destacado el papel de la coevolución: la competencia entre machos y hembras por conseguir que el otro sexo invierta más en cuidados parentales, y la competencia entre hermanos durante el desarrollo por los recursos existentes (aportados por los padres o no) para su alimentación.



Explotación


La explotación es la que tiene lugar entre parásitos y hospedadores. Como consecuencia de la gran diversidad de organismos parásitos que existen, con ciclos de vida que pueden ser muy simples o enormemente complejos, dependiendo, entre otras cosas, del tipo de dispersión entre hospedadores, estas interacciones son enormemente variadas. Además de los conocidos como parásitos externos e internos, existen otros organismos con modos de vida muy diferentes que también son considerados parásitos; por ejemplo, los llamados parasitoides que son himenópteros que ponen sus huevos sobre presas vivas (las larvas que eclosionan de esos huevos se desarrollan en el interior del cuerpo y al emerger al exterior matan al hospedador); o los parásitos de cría, especies que ponen sus huevos en los nidos de otros individuos que son los que crían la descendencia parásita. En los sistemas parásito-hospedador también se produce una carrera de armamentos en la que puede variar la virulencia de los parásitos y la resistencia ofrecida por los hospedadores. Una de las claves del proceso coevolutivo es el tipo de transmisión del parásito (Maynard Smith 1998) ya que si pasa directamente sólo a la descendencia del hospedador (transmisión vertical) se puede predecir que evolucionará hacia el mutualismo ya que el éxito reproductor del parásito depende del éxito reproductor del hospedador. Por el contrario, si la transmisión es horizontal, es decir a otros individuos de la población de hospedadores, se puede predecir que puede ser adaptativo incrementar la virulencia siempre que un mayor nivel de virulencia este relacionado con el aumento de las posibilidades de transmisión, sobre todo cuando un mismo hospedador puede ser parasitado por distintos individuos que compitan entre sí por los recursos aportados por el hospedador.

Mutualismo

Lozano, K. (2.015)
En la mayoría de los casos de mutualismo una especie interacciona con otra para obtener algún beneficio: las plantas ofrecen néctar para conseguir que los insectos las polinicen; es decir, los insectos no visitan las plantas para favorecer que se reproduzcan sino para alimentarse. Esto conlleva potencialmente la evolución del engaño y, de hecho, se ha desarrollado en bastantes casos. Así por ejemplo, algunas plantas engañan a los polinizadores desarrollando flores que se parecen a hembras de la especie polinizadora, bien visualmente, reproduciendo colores y formas, o bien olfativamente, produciendo un olor similar al de la feromona producida por la hembra. Cuando el macho intenta copular con este “cebo” provoca la fecundación de la planta y ésta se evita tener que ofrecer un recurso al insecto polinizador. Por otro lado, también se han desarrollado casos en los que los polinizadores (tanto aves como himenópteros) roban el néctar rompiendo el recipiente sin realizar la polinización, es decir, sin ofrecer a la planta ninguna ventaja. Por todo esto se ha sugerido que el mutualismo también podría ser considerado como una explotación recíproca (Futuyma 1998).



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